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Diálogo con Amadeo Velázquez, autor del ensayo fotográfico “Indígenas en situación de cárcel” que se encuentra en exposición en el marco del festival Ojo Salvaje.

El fotógrafo Amadeo Velázquez retrata el alarmante aumento de los indígenas privados de libertad en su ensayo fotográfico “Indígenas en situación de cárcel”, que forma parte de la exposición colectiva “Interiores”. La muestra permanecerá abierta durante todo este setiembre en el Centro Cultural de la Ciudad Manzana de la Rivera en el marco del Festival de la Fotografía Ojo Salvaje 2016.

Velázquez señala que esta situación responde a una multiplicidad de factores –teniendo como denominador común la discriminación histórica contra los pueblos indígenas– que se manifiesta de manera institucional en el accionar del Estado: desconocimiento del derecho consuetudinario, los juicios no se realizan en la lengua de los procesados, ausencia de peritos en temas indígenas, problemas de comunicación entre indígenas y sus abogados, desarraigo y pérdida de contacto con familiares, entre otros factores.

Tras un taller realizado con comunicadores y comunicadoras de organizaciones integrantes de la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy), hablamos sobre el tema de su exposición, la fotografía y los derechos humanos, además de brindarnos algunos detalles sobre su actual muestra.

–¿Cómo se concibió el proyecto de documentar la situación de los indígenas en las cárceles?

Desde el 2014 integro un equipo de trabajo en el Ministerio de la Defensa Pública, formado por el sociólogo y perito experto en temas indígenas, Cristóbal Ortiz, la abogada y antropóloga Ana María Fernández y el abogado Aníbal Valdez, quienes están realizando un relevamiento denominado Observatorio de Cárceles de personas miembros de Pueblos Indígenas privadas de libertad. A mi cargo está la documentación fotográfica de este proyecto.

El público podrá ver el resultado en el marco del Mes de la Fotografía en Paraguay, organizado por la agrupación El Ojo Salvaje. Yo participo de la exposición colectiva “Interiores”, que se realiza en el Centro Cultural de la Ciudad Manzana de la Rivera, con mi último ensayo fotográfico, que tiene como tema a los “Indígenas en situación de cárcel”.

–¿Cuáles son algunos de los principales hallazgos de este relevamiento?

–En estos casi dos años de trabajo hemos comprobado algunos puntos resaltantes como el aumento de la población indígena en las cárceles, la ignorancia en cuanto a la aplicación del “Derecho Consuetudinario”, que son las normas jurídicas sobre los usos y costumbres de los pueblos indígenas, reconocido por las leyes nacionales, diferente al “Derecho Positivo” que rige para los ciudadanos paraguayos. En Paraguay, muchas de las propias autoridades judiciales (jueces y fiscales) tienen muy poco conocimiento de este derecho y, por lo tanto, es común que se juzgue a miembros de comunidades indígenas de manera irregular. Como ejemplo podemos mencionar que en los juicios pocas veces participan traductores y peritos expertos en temas indígenas. Cuando eso se logra comprobar el proceso queda inválido.

Otras situaciones que hemos encontrado es la existencia de indígenas en situación de cárcel que ni siquiera figuran en las planillas de las cárceles; la falta de recursos de los familiares para visitar a los detenidos, presos a cientos de kilómetros de sus comunidades, o sea, en estado de desarraigo; y también están los problemas de comunicación existentes entre los detenidos y sus abogados defensores. Pueden pasar de meses a años para recibir respaldo legal, y entre los detenidos y sus familiares muchos ignoran la situación de los familiares detenidos, dándolos muchas veces por desaparecidos.

–¿Cómo se encuentran en la historia la fotografía y los derechos humanos?

–La fotografía y los derechos humanos vienen de la mano en la historia. El debate acerca de los derechos humanos se acentúa luego de que llegaran las primeras imágenes de guerra, sobre todo durante la Primera y Segunda Guerra Mundial. Antes, las noticias de guerras y la violencia en el mundo nos llegaban a través de la radio, o de boca en boca. Pero con las impactantes primeras imágenes de guerra, la fotografía le pone rostro a la violencia y prácticamente hace que la discusión acerca de los derechos de las personas, en este caso víctimas de guerras, tome dimensiones globales haciendo que los Estados discutan al respecto.

–¿De qué manera la fotografía ha ayudado a lograr cambios sociales?

–El mismo hecho de que “gracias” a la fotografía se empiece a hablar de los derechos humanos es un importante logro social. La fotografía es al mismo tiempo una invaluable herramienta de denuncia y control de los derechos humanos.  Por ejemplo, los dos primeros fotodocumentalistas de la historia, Jacob Riis y Lewis Hine, llevaron a la madurez a la disciplina y con sus trabajos han logrado importantes cambios sociales. El primero, mostrando la dura vida de los inmigrantes europeos que llegaban a los EEUU a comienzo del siglo XX, y el segundo, retratando a niños que eran explotados laboralmente en industrias y fábricas en la misma época.

Ambos consiguieron con sus trabajos reformas en las leyes para garantizar sus derechos. Otro ejemplo es la icónica imagen captada por Nick Ut de los niños llorando, entre ellos una niña desnuda que se le deshacía la piel, tras un ataque de ejército norteamericano con napalm. Algunos dicen que esta fotografía aceleró el fin de la Guerra de Vietnam.

En algunos países se utiliza la fotografía como una poderosa herramienta para la inclusión social. En Guatemala la organización Fotokids trabaja con niños del vertedero municipal, en Argentina la Fundación PH15 hace lo suyo con jóvenes de las villas porteñas y en Brasil los reclusos utilizan la fotografía para mostrar la vida cotidiana en las penitenciarías.

–¿Cómo conciliar los aspectos éticos del manejo de la imagen con la intención de mostrar o denunciar una determinada realidad, como por ejemplo la sufrida por personas en situación de vulnerabilidad?

–Para empezar no se discute si hay que hacer o no una fotografía en esas circunstancias. El fotógrafo tiene que registrar el hecho. Pero luego hay que pensar en las consecuencias que puede tener publicar la imagen y lo que pueda representar eso para la persona retratada. Es importante tener presente parámetros humanitarios. Si es posible construir una relación de confianza entre el fotógrafo y las personas en esa situación. Por otro lado, cuanto más conocimiento tengamos de la propia realidad de esas personas, de los fenómenos sociales relacionado a ellas, vamos a conseguir una posición más acertada ante los hechos para transmitirlos con mayor eficacia y contundencia.

–¿Cómo fluctúa la fotografía entre la realidad y la manipulación?

–Desde sus inicios se le ha querido relacionar estrechamente a la fotografía con la representación de la realidad. Si bien la fotografía es una de las formas más eficaces de testimoniar un hecho, la realidad siempre será subjetiva, dependiendo de cómo lo muestre el fotógrafo y cómo interprete el espectador. Hoy día tenemos muchas posibilidades de transformar imágenes a través de la tecnología digital, por lo que es casi imposible detectar cuando una imagen fue manipulada o alterada. No hay forma de garantizar la honestidad del fotógrafo. Quizás la única manera sería a través de la credibilidad misma derivada de su propia trayectoria personal. Lo mismo en el caso de los medios de prensa.

 

Entrevista de Paulo López