Noticias

El eterno reclamo de vivir una vida digna, empezando por la creación de caminos

55 kilómetros es la distancia que separa a Colonia 96 y Bella Vista de la ruta asfáltica principal. Un día entero de viaje si vas caminando, dos días, si hay lluvia. Esto no es información turistica para mochileros o hippies que viajan de ciudad en ciudad, mucho menos para deportistas o atletas, los pobladores de las aldeas mencionadas, no caminan esta distancia por opción, caminan esta distancia por obligación.

“Así vivimos nosotros, no porque queremos, sino por buscar soluciones a nuestras necesidades, por ese camino se me murieron dos hijos, a quienes tuve que enterrar en el monte”, comenta Rosalino, líder de la Colonia 96, mientras sostiene el celular con el que registró el entierro de su bebé, quien falleció mientras emprendía una larga travesía, con toda su familia.

Las aldeas Colonia 96 y Bella Vista, pertenecen a la Comunidad Payseyamexempa’a del Pueblo Enxhet, ubicados en el kilómetro 357 de la Ruta que une Pozo Colorado y Concepción, distantes a 55 kilómetros al Este de dicha Ruta. El 45% de los miembros de esta comunidad son niños.

En los días de lluvia es imposible contactar con estas aldeas, porque quedan totalmente aisladas e incomunicadas debido a las aguas que inundan las zonas, pues, los caminos que permiten ingresar o salir de ellas, son provisorios, se fueron formando con el andar y andar de sus pobladores.

“Son 15 las personas que murieron desde hace un tiempo hasta acá, porque no recibieron asistencia médica, no es porque nosotros seamos indiferentes, nosotros corremos desesperados con nuestros enfermos para llegar a tiempo al hospital más cercano… pero el viaje es largo”.

Isabel, es de la comunidad Bella Vista, tiene un hijo de 11 años de edad. Rodrigo, tiene tuberculosis, estuvo internado un tiempo en el Hospital de Concepción, de ahí lo trasladaron al hospital de Asunción, al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INERAM). Rodrigo perdió la vista, el habla y la capacidad auditiva, porque no recibió asistencia médica a tiempo. Otros niños y también adultos mayores que no fueron asistidos, perdieron la vida, consumidos quizás por la misma enfermedad, por desnutrición, por mala alimentación, u otras enfermedades, pero lo que sí es seguro, es que estás personas murieron por falta de asistencia humanitaria, por abandono, por desidia Estatal.

Tanto Isabel, como Rosalino, exígen al gobierno de turno que mire con empatía, la realidad en la que se ven obligados a vivir generación tras generación y que, hasta el día de hoy, no han recibido respuestas a sus reclamos, reclamos donde exigen condiciones básicas para vivir dignamente como seres humanos que son.

Y es que, hasta el día de hoy, ellos y ellas no tienen caminos que acorten las distancias con otras comunidades, no tienen centros sanitarios que asistan a los enfermos, no tienen centros educativos para la educación de sus niños, niñas, adolescentes y jóvenes, no tienen agua potable para beber, deben buscar agua de un tajamar, casi ya no tienen montes, porque están rodeados por el cultivo de sojas, por lo que no pueden producir sus propios alimentos, deben salir a cazar y la caza se está agotando.